4.02.2007

Estoy sentado en un bar, tomando un café. El humo del tabaco abrasa mi culpabilidad y tinta de negro castigo mis pulmones. El eco de los recuerdos empieza a susurrar en mis oídos la palabra: Madurez. La conversación es interesante, más bien interesada. Una hermosa mujer sentada frente a mí. Sentada conmigo. Sí, una situación que yo no creía posible. ¿Porque se iba a acercar a mi ninguna chica? Cuando se juntan conmigo se arruinan la vida, eso creo, o eso creía. El invierno llega y el frío en mi cara y mis huesos temblorosos producen un repiqueteo que me dice: "Madura". El café sienta bien a mi organismo, calma mi mente. Acelera mi alma. - ¿Porque dices que no quieres hacer frente a las responsabilidades?- me dice ella. - Simplemente, no puedo. – respondo. - ¿Acaso no te das cuenta de que sí lo haches solo que no lo quieres reconocer? - No... - contesto yo, poniendo en evidencia mi falta de argumentos. Oigo acercarse desde lejos un ruido que aún no puedo identificar. - A ti lo que te pasa es que no quieres reconocerlo. Sabes que es así pero lo niegas- Me reprocha, me desmonta. Una cadena de oxidado y antiguo metal me sujeta por el pie e impide que flote por el aire. El ruido que se acerca a mi empieza a definirse. Es metálico, chirriante. Me produce dentera, grima. Incapaz de continuar con la conversación me disculpo y me dirijo al lavabo. Allí mientras tengo mi identidad entre mis manos intento evadir el recuerdo de antiguos fantasmas que usaban sendos argumentos. Todos ellos con un fin, destruir mi mundo. Vuelvo a la mesa aturdido y desorientado pues el ruido está cada vez más cerca. En el momento en que me siento entiendo lo que dice, lo que me grita al oído: "¡Madura ya!" En ese preciso momento se abre la puerta del bar y por ella entra una niña de seis años con faldita rosa y unas gafas de buceo como prisma ante la vida y su tubo de plástico en la boca respirando el aire vetado a los adultos. Y soy más consciente que nunca de mi deseo. Asertivo como nunca le digo a mi consciencia: "¡No!" y manteniendo la calma producida por mi seguridad añado: "No voy a crecer".

1 comment:

Tarántula said...

Es genial!.
Escribirlo es comenzar a hacerlo. Ser sincero hasta romperte y desmembrarte a ti mismo; ¿Total para qué? Para volverte a crear, desde la etapa que sea y hacía la que sea...
ME HA ENCANTADO ESTE TEXTO....:)¿Cuántas veces habré pensado yo lo que dijo esa chica!!??