10.31.2008

Jonás se sentía arropado por suaves rumores que flotaban a su alrededor. Como un lejano canto de sirenas, lo envolvían con amor. Se sentía reconfortado aun sin poder entender el idioma de los rezos. 
Poco a poco, las voces fueron volviéndose más claras. En realidad ellas no habían cambiado. Jonás si, al menos su conciencia. Su percepción.
Jonás es, ahora, un eco para la gente. Una burda repetición de algo ya pasado. Cada segundo que pasa se queda un segundo más atrás. Así es como la gente siente a Jonás, como un un eco a sus espaldas.
Antes de nacer, Jonás deseó ser Sófocles, pero el destino no fue generoso. Cuando llegó al teatro lo hizo con la cabeza gacha, todos los demás alzaban las suyas con orgullo borrego. Cuando repartieron las máscaras, Jonás ya sabía cual estaba destinada a ser la suya.